Mi
vecino no paga los gastos de escalera. Ni los del cuidado del jardín de la
urbanización. Ni tampoco la limpieza del portal. Tampoco ha pagado la
derrama del ascensor ni el arreglo de las cornisas. Ya…ya sé que estamos en
crisis. Y sé también que no es raro que mi vecino prefiera comer cada día y
dar de comer a sus hijos que afrontar estos gastos. También sé que es una
situación habitual en las comunidades de vecinos de todo el país. Pero es
que mi vecino es un banco. ¡Sí! el mismo banco (aunque ahora tiene otro
nombre) que embargó el piso a la familia del segundo porque debía unas
cuantas cuotas de su hipoteca. El que dejó en la calle a dos niños de 9 y 13
años. El que cambió la cerradura del piso para evitar que volvieran. El
mismo que sigue reclamando las cuotas de la hipoteca a esa familia (ahora
sin techo) a pesar de tener el piso incluido en su oferta inmobiliaria.
Esta semana he leído que sólo en la provincia de Alicante los
bancos adeudan 15 millones de euros a comunidades de propietarios. Los
bancos no pagan sus facturas. En ocasiones, se trata de los mismos bancos
que hemos rescatado entre todos. Porque, en esta crisis, el Estado ha optado
por rescatar bancos, instituciones y autopistas en lugar de personas. Y
ahora…ahora esos bancos son uno de los principales morosos en las
comunidades de vecinos. Ese es el pago al rescate.
Y no sólo eso. Los bancos morosos se han convertido en unos
profesionales del engaño. Estiran la cuerda al máximo, pero sin dejar que se
rompa. Aguantan, aguantan y aguantan sin pagar hasta que es inevitable una
denuncia del resto de propietarios. Ladrones de guante blanco, morosos de
traje y corbata...
Pero, ¡bueno! Qué se podía esperar de quien es capaz de
venderle papel mojado a un enfermo de Alzhéimer o de convertir en bróker a
un bebé de 4 meses. ¡Eso sí! con su consentimiento. Odio eso de ¡tenemos lo
que nos merecemos! Pero en este caso creo que es así. Y es que, ¿a quién se
le ocurre rescatar de su ruina y devolverle las estampitas para seguir
estafando a un timador profesional?
La verdad es que me hace gracia cuando escucho o leo eso del
‘banco malo’ porque implica que aún queda algún banco bueno. Y sólo de
escribirlo…pues ¡la verdad! me da risa (aunque sólo sea por no ponerme a
llorar).